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Mostrando entradas de mayo, 2013

Necesito tiempo para odiarte

Quise perdonarte cuanto antes, y no me di cuenta de que todavía te odiaba. Entonces te odie, te odie sin más, intensa y largamente, afianzado en la promesa de no volver jamás a perdonarte. Hasta que el odio se cansó y pude ver que ya te había perdonado. Aprendí que el perdón va más allá de las palabras niñas dichas bajo amenaza, que el odio es normal, y que las cosas importantes suceden despacito. Aprendí que te quiero, que te odio, y que te perdonaré de nuevo una tarde de verano en que todo esté en calma; que te perdonaré aunque no te lo diga, aunque no sepas siquiera que te he odiado. Necesito tiempo para odiarte... ...porque te quiero.

Quiéreme bien

No me quieras por la grandeza de mis palabras, como si las creyera. Quiéreme por la pobreza de mi existencia, que canta con cuentos todo lo que le falta. Porque no siempre es verdad lo que se sueña, ni se cree lo que se sabe, ni se piensa con palabras. Porque a veces lo real está escondido, y la mentira es el origen del sentido de los días. Tú quiéreme así, despojado de luces y de verdades, charlatán de sueños, incompleto y en camino. Tú quiéreme así, quiéreme bien.

Espectador de la primera fila

Espectador de la primera fila: Te escribo para devolverte elogios que son tuyos, para darte todo aquello que la sociedad te debe. Los actores se transforman, salen de sí, cambian de look y de acento. El escenario y las luces les anuncian que son otros, que no son quienes son, que no pueden serlo. Tú en cambio, espectador de la primera fila, estando fuera de escena estás muy dentro de la vida del teatro. En ti se hacen reales las mentiras que viajan en las palabras de bellas actrices. En ti no hay guión, errores ni cameos. En ti todo vive en presente, y el futuro se abre azul como pregunta, como horizonte, como mar. Te quiero porque en ti, espectador de la primera fila, la última página del teatro de la vida no ha sido aún tocada por la tinta de nadie. Déjame pedirte una butaca a tu lado, para ser contigo, como tú, el principal de los actores secundarios.

El testigo de la duda

Cuentan que no hubo otro como él. Era amante de la verdad objetiva. Mentía por miedo a que sus verdades fueran incomprendidas o rechazadas. Y, sobre todo, dudaba. Pasó la vida dudando. Siempre dudaba y dudaba de todo. Dudaba del maestro y de los libros, de la prensa y la radio. Dudaba de las historias de su abuelo y de los frutos de temporada. Unos jóvenes le preguntaron con sorna si no dudaba del suelo que le sostenía; él reflexionó detenido, y desde aquel día lo vieron caminar prudente y despacito. Por dudar, dudó hasta de su propia muerte, y algunos testigos confirman -no hay lugar a duda- que siguió respirando tras el último aliento. Justo hasta que los médicos que le habían dado por muerto decidieron darle de nuevo por vivo. Entonces, victorioso y vivo, se marchó con orgullo sobre sus torpes pasos. El menor de sus hijos recogió el testigo de la duda. Sin embargo, los años pasan y él no parece mostrarse tan hábil. Duda de muchas cosas, es verdad, pero aún no ha

Paradójica certeza

A veces, después del día, se queda uno pensando. Aciertos y dolores, daño y exigencia, empatía y extrañeza, miedos e ilusión... Y ante el desconcierto resultante resulta necesario -casi imprescindible- detenerse, escuchar y poner orden. Comprometerse hoy para seguir viviendo mañana. Comprometerse con la realidad, con la vida, con la verdad profunda, con los otros. El compromiso con la realidad exige de nosotros discernir, buscar líneas de actuación, y actuar. El compromiso con la vida de la gente exige de nosotros mirar, acompañar sus procesos, y decir. El compromiso con la verdad exige hablar claro, a voces o bajito, a pesar del miedo a no gustar. Vivir el compromiso supone asumir el sentido de culpa más paradójico, el que va unido a la certeza de que hicimos lo correcto.

Regar la pena

Hoy le pregunté a mi mamá porqué la abuela no quiso vivir más y dijo hasta luego y se fue y se murió y ya no está pero mi mamá no me dijo nada y sólo me dice no te preocupes gurisa porque me llama gurisa no te preocupes y me dio miedo porque yo quiero vivir pero a lo mejor mañana tropiezo y me caigo y me hago daño en la rodilla y ya no quiero vivir más y digo hasta luego y me voy y me muero y ella me dijo tranquila gurisa es normal que te dé miedo pero las niñas no se mueren porque tienen que crecer como las plantas del jardín que les ponemos agua los sábados por la mañana y salen flores y cuando me dijo eso ya me quedé más tranquila pero me acordé de una planta que no le echamos agua un sábado y no dio flores y no quiso crecer y no dijo hasta luego como la abuela pero igual se murió y no sabía mi mamá qué decir y yo creo que le daba pena por la abuela porque se le salieron lágrimas pero luego me abrazó fuerte y me dio un beso y ya sí se le quitó la pena y a mí el miedo. Insp